Notas de apoyo en temas lingüísticos para taquígrafos y estenotipistas
Autor: Daniel Záttera
País: Argentina
Curriculum:
Conceptos iniciales
El material de trabajo de taquígrafos y estenotipistas es el lenguaje oral que debe ser registrado y editado como documento.
Esta forma de expresión (la palabra oral) tiene sus propias características, así como las tiene, por su parte, la palabra escrita. Ellas son, como es sabido, diferentes.
De aquí se desprende que el trabajo del taquígrafo o estenotipista requiere la comprensión de las semejanzas y las diferencias entre ambas formas del lenguaje. En algunos casos será necesario que la versión taquigráfica se aproxime a una u otra de esas formas de expresión.
Nuestras notas tenderán a ir proporcionando o profundizando herramientas idiomáticas que ayuden a ejecutar con soltura las tareas del taquígrafo o estenotipista.
En principio, no estamos frente a un curso formal de gramática.
I
Leer, como fuente de información y de cultura
En los debates y exposiciones que el taquígrafo o estenotipista debe registrar no hay, por definición, ningún tema excluido. La amplia gama de preocupaciones humanas puede ser motivo de argumentación y discusión. Por ello, el taquígrafo o estenotipista debe estar capacitado para, por lo menos, entender lo que se habla. Decimos "entender” en la primera acepción del vocablo: "tener idea clara de las cosas”.
Por supuesto, no se trata de que el taquígrafo o estenotipista deba ser una enciclopedia viva capaz de abarcar la suma del conocimiento. Simplemente, ha de poder seguir el hilo de la elocución. Decimos elocución en las dos acepciones:
1. Manera de hablar para expresar los conceptos. 2. Modo de elegir y distribuir los pensamientos y las palabras en el discurso.
El significado de "entender” y el de "elocución” que hemos mostrado provienen del Diccionario de la Lengua Española, vigésima segunda edición, publicado por la Real Academia.
Creemos que, para el taquígrafo o estenotipista, el esfuerzo destinado a alcanzar esa capacidad de comprensión del discurso es un largo camino, pero existe un instrumento excelente para ayudarlo: la lectura.
Cada cual podrá seguir cursos o carreras que contribuyan al mismo objetivo, y de hecho lo ideal siempre ha sido que el estenógrafo tenga nivel universitario. Pero nuestras notas enfocan una actividad permanente, una gimnasia cotidiana que acompañe el trajín de un taquígrafo o estenotipista, haya alcanzado o no la graduación, porque es cierto que nos estamos dirigiendo a jóvenes que quizá ya son taquígrafos o estenotipistas mientras estudian una carrera.
La idea de que ningún tema está excluido de las disertaciones con las que trabajamos, es muy fecunda. Nos lleva a comprender que la temática de las lecturas adecuadas es prácticamente infinita. En efecto; es un universo que va desde los diarios que podemos consultar cotidianamente, incluso en línea (on line, como solemos decir), incluyendo sus páginas de opinión —generalmente bien escritas—, hasta libros u otras publicaciones de todo tipo.
Para que la lectura cumpla el propósito relacionado con el trabajo, nuestra conducta debe ser estricta en cuanto a reconocer las palabras que no entendemos, y no se debe dar vuelta la página sin consultar alguna fuente que nos permita alcanzar su significado.
La diversidad de las publicaciones que nos son útiles hará que no siempre el diccionario oficial (DRAE) satisfaga nuestra curiosidad, porque los que escriben no siempre son devotos del idioma español y utilizan vocablos de otros idiomas, sobre todo del inglés, o a veces neologismos todavía no consagrados por el uso, provenientes de disciplinas y actividades muy diversas.
Aludimos también al neologismo por ignorancia que se da tantas veces y que menciona Ramón Menéndez Pidal en sus Estudios de Lingüística 1. Cita a Campoamor, cuando habla de la niña que va "inventando al hablar palabras nuevas / por no saber las viejas todavía”. No importa que provengan del desconocimiento: debemos saber qué quieren decir.
Notas: 1. Ramón Menéndez Pidal, Estudios de Lingüística, pág. 108, Ed. Espasa-Calpe, Madrid 1970.
Es aburrido leer con continuas interrupciones para averiguar significados, pero lo necesitamos para nuestro oficio.
Y además de necesitarlo, ¡nos servirá mañana! Términos que antes no entendíamos podrán aparecer en boca de algún orador, que tal vez en la velocidad de su exposición nos habría arrollado con su verba si le agregábamos la pausa provocada en nuestro registro por un vocablo que no conocíamos.
Puede decirse que el tiempo invertido en lectura siempre es, para un taquígrafo o estenotipista, tiempo ganado.
La proximidad de un trabajo taquigráfico relacionado con cierta temática debe ser un incentivo para que las lecturas cotidianas versen sobre esa cuestión. Ésta será la mejor preparación para atender el respectivo servicio estenográfico.
El solo leer no nos hará cultos. Ser culto está en otro nivel. Pero la lectura es un recurso para nuestro perfeccionamiento, y sin lecturas abundantes no alcanzaremos un nivel de excelencia en este oficio.
Un subproducto de la lectura
Algo muy útil para la actividad debe entresacar el taquígrafo o estenotipista de la lectura. Como —repetimos— de cada tópico puede darse su utilización en el debate parlamentario o en el terreno judicial, cuando al recorrer el texto distinguimos que cierta palabra o grupo de palabras no nos resultan familiares en su versión taquigráfica o de la estenotipia, debemos aprovechar para imaginar qué forma deben adoptar en la estructura de uno u otro sistema. Decimos "imaginar” de acuerdo con la primera acepción: "1. Representar idealmente algo, inventarlo, crearlo en la imaginación”. En este punto son diferentes los casos: para el taquígrafo es válida el registro tal como está, pues quedará instalada en la mente como estenograma o abreviatura; para el estenotipista, quizá falte un paso práctico más: la incorporación del acorde estenotípico o abreviatura a la memoria de la máquina.
Se trata siempre de reducir la cantidad de palabras que uno escucha por primera vez cuando aparecen en la tarea. Y hay que escribirlas por primera vez como ejercicio derivado de la lectura. Es un trámite que nunca termina en la vida de un taquígrafo o estenotipista, y si no lo ha resuelto en la lectura deberá hacerlo en el propio campo del trabajo.
Asistente siempre disponible
El DRAE debe estar siempre conectado a la computadora u ordenador. No sólo cuando se trabaja, sino también en las sesiones diarias de lectura. Eso facilitará la consulta.
El Diccionario panhispánico de dudas
Esta importante obra de la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española, apareció en 2005, y cualquiera diría que ha sido confeccionada en especial para nuestra profesión. En adelante lo mencionaremos, en estas notas, como DPD.
Nuestra propuesta es no aproximarnos al Diccionario de dudas sólo cuando uno tenga algo que consultar, sino recorrerlo a diario y elegir cada vez alguna página para leerla, total o parcialmente.
Es tan rico su contenido en cuestiones gramaticales, etimológicas, controversiales y preceptivas, que ningún paseo cotidiano quedará sin su premio en forma de conceptos. Lo más seguro es que el lector "por entregas”, si se le puede llamar así, perciba en el mediano plazo la magnitud y la belleza del idioma español.
Dominio de la puntuación
De todas las operaciones lingüísticas que tiene a su cargo el taquígrafo o estenotipista en su tarea, es ésta quizá la más característica. Según el grado de literalidad que persiga el texto escrito en relación con el discurso hablado, se podrá retocar o no alguna palabra o, en ocasiones, varias o muchas. Pero la puntuación que corresponde a cada párrafo es inexcusable.
Utilizamos "inexcusable” en las dos acepciones que aparecen en el DRAE: "1. Que no puede eludirse con pretextos o que no puede dejar de hacerse. 2. Que no tiene disculpa”. (Estos subrayados son nuestros. DZ) Tal es la importancia de este aporte de nuestro oficio con respecto al texto que registramos.
La puntuación es "acción y efecto de puntuar”. Y puntuar es, siempre según el DRAE: "1. Poner en la escritura los signos ortográficos necesarios para distinguir el valor prosódico de las palabras y el sentido de las oraciones y de cada uno de sus miembros”. Prosódico proviene de prosodia, que es la "parte de la gramática que enseña la recta pronunciación y acentuación”.
Importancia del DPD para el manejo de la puntuación
El modo en que la obra trata el tema de los signos de puntuación explica por qué decimos que el DPD parece hecho para quienes practicamos el oficio taquigráfico.
Por eso resulta procedente inscribir en estas notas la magnífica definición de a) signos de puntuación que puede encontrarse en la página 604: 2 "Sus funciones son marcar las pausas y la entonación con que deben leerse los enunciados, organizar el discurso y sus diferentes elementos para facilitar su comprensión, evitar posibles ambigüedades en textos que, sin su empleo, podrían tener interpretaciones diferentes, y señalar el carácter especial de determinados fragmentos de texto —citas, incisos, intervenciones de distintos interlocutores en un diálogo, etc.— .”
Notas: 2. Diccionario panhispánico de dudas, Real Academia Española, Asociación de Academias de la Lengua Española, 2005.
Es particularmente interesante adiestrarse en la colocación de estos signos, porque el discurso oral, como tal, se compone de palabras pero no anuncia ni contiene signos de puntuación. Los debemos deducir de las pausas, de las entonaciones, del sentido, y no podemos colocarlos al tuntún. Esta locución adverbial coloquial, "tuntún”, significa "sin cálculo ni reflexión o sin conocimiento del asunto”.
Expuesto así el tema, es claro que estamos proponiendo que las lecturas cotidianas del DPD comiencen por los artículos que la obra dedica a los signos de puntuación: coma, comillas, corchete, dos puntos, interrogación y exclamación, paréntesis, punto, puntos suspensivos, punto y coma, raya. Y puede ser en el orden alfabético en que el propio DPD los enuncia en dicha página.
Comentario sobre la coma
Haremos una ligera reflexión sobre este signo, a manera de ejemplo de lo que puede encontrarse en la obra que comentamos.
Al incluir en la versión escrita de un discurso los respectivos signos de puntuación, el taquígrafo o estenotipista pone en juego, sin duda, su responsabilidad de testigo de lo que se dice. Pero el signo cuya aplicación implica el mayor compromiso es la coma. Por eso lo tomamos como ejemplo válido para el conjunto de signos.
Ha habido y quizá haya todavía quien sólo vincule la coma con la función de conceder una pausa al que tenga que leer un texto en voz alta o baja. Este sería el caso de colocar comas al tuntún. Pero la lectura del artículo del DPD sobre la coma permitirá a los taquígrafos que se inician advertir la estrecha vinculación de este signo con el sentido de una frase, al punto de condicionar su significado.
Insistimos en que la coma implica sí una pausa, pero tiene una delicada y rica función gramatical, de manera que su utilización constituye una de las acciones esenciales para el ordenamiento de un texto. Puede afirmarse que en este signo tiene prioridad el sentido con respecto a la pausa. Incluso hay oradores que en una enumeración rápida ni siquiera hacen pausa en la sucesión de los sustantivos o acciones que van mencionando, pero la inclusión de las comas será indispensable para reconstruir el sentido de lo que se dice. Esto se encontrará a cargo del taquígrafo o estenotipista.
En la enumeración brindada en la página 604, el DPD indica que "La información relativa al uso específico de cada signo se ofrece en su entrada correspondiente”. La de la coma se brinda en la página 144.
Para quienes no estén habituados al manejo de los elementos componentes de una frase, designados según la gramática, la obra acompaña en cada caso clarísimos ejemplos provenientes del uso cotidiano. Ventaja especial en beneficio del taquígrafo o estenotipista. También brinda ejemplos tomados de obras literarias, que se mencionan en ese caso junto al nombre de su autor.
La lectura profunda de estas páginas del DPD —como la de todas las demás, podría decirse— constituyen una tarea de múltiples beneficios para quienes cultivamos la estenografía o la estenotipia. En primer término, despejará dudas respecto del uso de este simple y formidable signo ortográfico. Además, nos aproximará a la senda que debemos seguir para lograr nuestro perfeccionamiento técnico en el oficio. Y, por añadidura, iluminará un área menuda pero no siempre debidamente advertida del funcionamiento de nuestro idioma.
Otra propuesta de lectura
Creemos haber sugerido un libro de lectura íntimamente vinculado con la estenografía o estenotipia, que de paso nos irá aclarando, como el propio nombre del DPD lo indica, incontables dudas idiomáticas.
La segunda propuesta consiste en abordar una obra clásica. Ella no nos proporcionará elementos para el trabajo, sino una visión de una etapa especial de la lengua española.
Imagine el lector que, en una reunión de hace muchos años, siglos, unos desconocidos taquígrafos hubieran registrado un debate acerca de los primeros tiempos del castellano, cuando lentamente iba alcanzado su autonomía desde el latín vulgar, en medio de influencias lingüísticas diversas, propias de los otros idiomas romances, de los rastros del largo dominio árabe, de los resabios griegos y latinos.
Estamos proponiendo leer el Diálogo de la lengua, de Juan de Valdés, obra del siglo XVI, algo así como medio siglo antes del Quijote. Este libro contiene un debate sobre el idioma español cuando niño, pero en él encontrará el lector problemas parecidos a los que afrontamos hoy, y la lectura se convertirá en un viaje dorado al corazón de nuestro instrumento de trabajo, y ayudará a comprenderlo y a congeniar con él. Todo lo que se lea o se elabore después de conocer el Diálogo estará tocado por una nueva luz.
Hay buena versión facsimilar en línea. Adviértase que el texto mantiene la morfología antigua de las palabras, pero se entiende claramente y, de paso, ayuda a explicarse por qué se dicen las cosas de la manera actual.
II
Sobre la lengua coloquial
Pasaremos a analizar un campo íntimamente vinculado a la tarea que tenemos a cargo: la lengua coloquial. Utilizamos la palabra coloquial con el sentido de "propio de una conversación informal y distendida”, como lo indica el DRAE en segunda acepción. Es una de las formas que asume la lengua oral.
Los integrantes de una población se comunican entre ellos por medio de un idioma determinado, con el cual efectúan actos de interrelación que van desde el sencillo saludo hasta los compromisos mutuos de más alta complejidad. Ésa es la lengua coloquial.
A partir de la vigésima segunda edición, el DRAE ha reducido la segunda acepción de "coloquial” a lo que hemos anotado más arriba. Pero queremos recuperar, como curiosidad, la segunda acepción tal como figuraba en la edición precedente. Decía: "2. Dícese de lo que califica voces, frases, lenguaje, etc., propios de la conversación que pueden llegar o no a registrarse en la obra escrita.”
Digamos que si están en el área del trabajo taquigráfico, llegarán a la obra escrita. Y por lo tanto recibirán el tratamiento indispensable para convertirse en texto. Ese tratamiento es la especialidad del taquígrafo o estenotipista.
Lengua coloquial y literatura
Nos estamos refiriendo a la forma más corriente y usada de un idioma. Por supuesto, ella tiene variaciones según cada región, aunque puede afirmarse que la creciente velocidad de las comunicaciones va limando las diferencias.
Desde hace mucho tiempo la literatura procuró imitar el lenguaje coloquial para alcanzar la naturalidad expresiva de la vida misma. En la Argentina, la literatura gauchesca y el teatro costumbrista hicieron esfuerzos para reflejarlo.
Lengua coloquial y debates
El idioma de la conversación tiene una estructura que le es característica en cuanto a léxico, fonética y construcción sintáctica.
En un debate parlamentario formal y sereno, se utiliza un lenguaje que procura mantenerse dentro del léxico culto y la construcción normal.
Pero la lengua coloquial puede llegar al debate. Esto significa que el taquígrafo o estenotipista deberá estar preparado para advertir cuándo se produce su aparición y actuar según la directiva aplicable en cada lugar de trabajo. Habrá lugares en que exista el consenso de introducir retoques para que, sin alterar la idea, se reemplacen los términos que desentonen con un texto escrito.
Si el taquígrafo o estenotipista está actuando en el ámbito judicial quizá sea indispensable mantener la expresión tal como fue vertida, pasando a letra cursiva (en referencia a la gráfica) aquellos términos que no existan en el diccionario corriente.
Hay que comprender que, cuando se usa la lengua común, cada uno de los integrantes de la población comprende lo que se le dice en ese idioma y sabe expresarse por medio de él, pero no conoce necesariamente todas las palabras en uso. Es probable que se maneje con la pequeña parte que está a su alcance, según cuáles hayan sido sus orígenes, sus estudios, sus ámbitos de actuación y frecuentación. Utilizamos esta última palabra, "frecuentar”, en el sentido indicado por el DRAE: "1. Repetir un acto a menudo. 2. Acudir con frecuencia a un lugar. 3. Tratar con frecuencia a alguien.”
Es muy posible que algunas palabras, o tal vez muchas, le resulten desconocidas, pero entiende el contexto porque lo que se le diga lo es en frases tejidas sobre la base del idioma común. Decimos "contexto” en el sentido de la acepción primera del DRAE: "1. Entorno lingüístico del cual depende el sentido y el valor de una palabra, frase o fragmento considerados.”
Estas limitaciones en el habla de un orador nos llevan a advertir que puede llegar a ser una actitud inconveniente corregir su discurso con demasiada amplitud y usar un sinónimo para alguna de sus expresiones. Decimos inconveniente como adjetivo, en la acepción de "1. No conveniente.”
En ámbito judicial, la corrección de esa clase no es admisible en la mayoría de los casos.
Singularidad del habla de cada persona
El habla de cada uno tiene elementos comunes con el habla de los demás, porque de otro modo no sería posible entenderse. Pero la vida ha dejado sutiles marcas en el lenguaje de cada cual. Podría afirmarse por eso que hay siempre diferencias de expresión lingüística entre dos hablantes. Estas diferencias pueden parecer imperceptibles, pero existen. Responden a una experiencia particularizada, a lo que han escuchado y repetido desde la infancia, a lo que han estado diciendo y, ¿por qué no?, a las propias limitaciones o a la capacidad desarrollada en actividades, juegos, etcétera.
En el habla coloquial entran en diálogo los hablantes, repetimos, cada uno con sus modalidades, y no sólo se entienden, sino que además intercambian modos, voces y frases. Es una interacción natural, que pasa inadvertida para los propios participantes.
La caldera del léxico
Decíamos que el lenguaje coloquial no responde estrictamente a las normas del idioma escrito: se diferencia de él en modo apreciable.
El habla coloquial es una verdadera caldera en la que se elaboran elementos lingüísticos nuevos, provenientes de la presencia de personas de diversos orígenes, de la utilización de palabras extranjeras —sobre todo, en la actualidad, las vinculadas con la tecnología— o de la permanente creatividad de la gente.
Estos elementos nuevos se agregan a los preexistentes, y a veces desplazan del uso a vocablos de raigambre tradicional.
En ocasiones, estas palabras no han sido todavía incorporadas al léxico oficial del idioma y, si no alcanzan supervivencia en el ámbito social, puede ocurrir que jamás se las incorpore.
Hay una constante aparición de giros y expresiones que pasan rápidamente de moda. No siempre son expresiones propias del idioma español. Si alguien se dedicara a escribir siguiendo de cerca estas voces pasajeras, podría darse el caso de que, en unos pocos años, resultara difícil entender el escrito.
Ejemplos léxicos del siglo pasado
En el diccionario de 1927 se denominaba "telefonema” a un "despacho telefónico”; en 1970 se registró "telefonazo” como "llamada telefónica”. Este es un ejemplo de expresiones que terminan imponiéndose por el uso en el idioma hablado.
Hay casos en que la lucha por la preservación de los vocablos de la propia lengua tuvo éxito y las novedades quedaron desplazadas. Por ejemplo, la lucha contra "remarcable” (por notable, importante), dio resultado. Lo mismo puede decirse de "contable” (por contador, tenedor de libros); "reprise” (por reestreno). Todas aquéllas hoy están muertas en español.
Pero otras "condenadas” han triunfado y permanecen, en desmedro de las tradicionales: se dice "peluche”, que había sido rechazada, y no "felpa”, como se aconsejaba. Se usa "confortable”, y no "bien dispuesto”.
En lenguaje parlamentario, expresiones coloquiales de ese tipo suelen ser retocadas o reemplazadas por los taquígrafos, pero medio siglo no es tiempo significativo para la supervivencia o no de un elemento lingüístico.
Características de los elementos léxicos
El léxico ("3.m. Vocabulario, conjunto de las palabras de un idioma, o de las que pertenecen al uso de una región, a una actividad determinada, a un campo semántico dado, etc.”, dice el DRAE) es la parte más cambiante de un idioma, en comparación con sus normas generales de construcción, por ejemplo. Escritos de distintas épocas pueden no entenderse, no por la forma de construcción de la frase, sino por las variaciones léxicas de los nombres de las cosas, de los adjetivos y hasta de algunos verbos que se corresponden con acciones y costumbres.
En estas afirmaciones, la conducta del taquígrafo o estenotipista aparece acotada en cuanto a su transcripción de la palabra oral para editar la versión taquigráfica: consiste en dar a la redacción la forma legible y adoptar ciertos cuidados con respecto al léxico.
La forma legible se organiza primordialmente con la puntuación.
El léxico del original hablado debe ser respetado, porque seguramente se corresponde con los usos de la región y de la actividad, y en general no puede ser sustituido por términos que pueden ser en todo caso cultos o literarios, pero no responderían al estilo del orador.
El Diccionario del habla de los argentinos
En relación con estos temas debemos mencionar una obra de consulta que nos parece indispensable en el territorio de nuestro país: el Diccionario del habla de los argentinos3, que puede respaldar la inclusión de vocablos utilizados por el orador y que tal vez no tienen vigencia para el DRAE.
Notas: 3. Academia Argentina de Letras, Diccionario de habla de los argentinos, segunda edición, Buenos Aires, Emecé Editores, 2008.
Este diccionario trae un Estudio preliminar firmado por el presidente de la Academia Argentina de Letras, don Pedro Luis Barcia. Recomendamos su lectura para hacer con ello un aporte a la formación cultural de cada taquígrafo o estenotipista. A lo largo de más de setenta páginas provee una copiosa información sobre el desenvolvimiento de los estudios lingüísticos en esta región.
Las acepciones de las palabras contenidas en este diccionario están apoyadas en fuentes literarias, pero incluyen obras en las que el autor ha reflejado el habla común, las modalidades de expresión callejeras, así como artículos periodísticos, otras publicaciones de la Academia Argentina de Letras, etcétera.
Las reflexiones precedentes constituyen uno de los tantos puntos de partida para encarar ejercitaciones y prácticas de mejoramiento de la traducción y edición de textos desde el punto de vista de la estenografía.